Allí, en medio de la montaña, me estaban esperando.
No pude mas que llorar, agradecer y disculparme por mi demora.
Mi familia estaba allí. Una familia con rostros indígenas, de mirada oscura y profunda, de gesto sereno y sabio, de silencios llenos de tambores y diálogos, de cantos, de ofrendas, de fiesta... DE VIDA!!!
Mi corazón no podía contener la emoción. ¿Por qué había tardado tanto en llegar a casa?
Nunca es tanto ni tan poco, siempre “es” cuando y como debe ser. Lo entendí después.
Había estado varias veces en Capilla del Monte y sabía de la existencia de este lugar, pero ese verano de 2006 era el momento para reencontrarlos.
Mis días transcurrían en varios mundos al mismo tiempo, como es en realidad. Allí todo se facilita, lo sutil pasa a ser cotidiano, lo mágico se sentaba a mi lado y le susurraba al oído de mi alma historias que ya conocía aunque no las recordara.
Los colores jugaban con las flores pintando mil y una paletas en mi dolorido corazón y fui sanando... fui encontrándote conmigo misma, con mis ancestros, con mi antiguo linaje.
FUE UNA FIESTA!